De manager a líder, cómo no perderse en el camino

Los ejecutivos creen que la autoridad es el fundamento del liderazgo y que los líderes saben más que los demás. Las dos presunciones están equivocadas.

En una economía industrial, la jerarquía funcionaba: los colaboradores eran “unidades” a las que se podía poner en movimiento, a fin de que realizaran tareas elementales. En ese tipo de sistema, el trabajo del líder se asemejaba al de un supervisor. Era la persona que supuestamente, sabía qué cosas debían hacerse, y quiénes y cómo las harían.

Pero ese mundo de jerarquías, prácticamente, ha dejado de existir. El futuro exige que los trabajadores sean algo más que elementos mecánicos en el proceso de la producción, y los líderes, algo más que personas que dan órdenes. Cada empleado tendrá que aportarle al equipo del que forma parte un conjunto de habilidades y de conocimientos únicos; en algunos casos, ese aporte será aún mayor que el del líder. Este, a su vez, deberá orquestar el talento de su equipo y orientarlos hacia fines competitivos, sin ejercer propensión al autoritarismo.

De hecho, los verdaderos líderes ya no motivan en el sentido tradicional – es decir de arriba hacia abajo – , sino que explotan la capacidad individual del colaborador para automotivarse. El secreto está en conseguir que los colaboradores se interesen por lo que hacen. Y eso se logra cuando son, y se sienten, parte del proceso. El viejo paradigma del management era: demuéstreme que es responsable y le daré libertad para tomar decisiones. En el nuevo esquema, la gente debe ser libre para demostrar que es responsable. En la economía del futuro, la comprensión de esta diferencia básica distinguirá a los gerentes de los líderes.

La autoridad es un lujo que los líderes ya no pueden darse. Los días del gerente “sabelotodo” se han ido para siempre. EL liderazgo no es autoridad, ni es poder. Es lo que ocurre cuando los propósitos individuales son tan fuertes como para transformarse en la visión dominante de un equipo. He aquí algunos consejos para el liderazgo en este nuevo mundo.

Distinga entre poder, autoridad y liderazgo.

Sólo lo legítimo, será respetado y obedecido. Si su demanda de respeto se basa en la chapa de la puerta de su despacho, en el cargo escrito en su tarjeta o en la posición que ocupa en la compañía, usted pretende ser un líder, pero no lo es. Y si esa demanda deriva del hecho de que usted puede hacer que la vida de la gente sea miserable, lo será menos aún. Para utilizar la jerga actual, demasiados gerentes creen que su tarea consiste en lograr el “empowerment” de los empleados. Este concepto implica que tienen el poder de otorgar poder, lo que supone que el poder individual causa la acción de los demás. Pero la naturaleza del empowerment indica que debe provenir desde dentro del individuo. Por lo tanto, el futuro líder tiene que concentrarse en crear un ambiente de trabajo en el cual la gente se sienta libre para hacer sugerencias y tomar decisiones.

Conózcase a sí mismo y respete los valores.

La verdadera autoridad no proviene de los títulos, ni de los casilleros del organigrama, sino de las habilidades. Pero lo primero es que usted sepa quién es, y que tenga claro cuál es su papel. Debe tener plena conciencia de que probablemente ignora muchas cosas y que ese desconocimiento no es un síntoma de debilidad. Quiénes son incapaces de decir “no sé” son personas inseguras, no líderes.

Usted no sólo debe conocer sus fortalezas y debilidades, sino saber que su fortaleza es su mayor debilidad. Alguien que sea bueno para captar detalles, quizás no lo sea para ver todo el cuadro. Una persona que “provoca” a la gente todo el tiempo, no tiene compasión. Pero alguien que tiene demasiada compasión, quizá no “empuje” a los demás cuando lo necesitan.

Los líderes actúan con eficacia cuando, primero, se han conquistado a sí mismos. Saben cuáles son sus valores y no los negocian, más allá de lo que tengan por delante. Saben que todos circulamos por la vida como malabaristas que tiran cinco pelotitas al aire. La primera es de goma: el trabajo. La podemos dejar caer, pero siempre rebota y vuelve a subir. Las otras cuatro están hechas de vidrio: la familia, los amigos, la salud y los cimientos espirituales. Si deja caer una de ellas, estará el resto de la vida tratando de compensar la ruptura. Y utilizar el tiempo para reparar el daño significa no prestarle la debida atención al grupo que usted lidera.

Cree una visión clara y no se aparte de ella.

Los tres componentes de la visión son imagen, pasión y paciencia. Un líder que cambia permanentemente de propósitos y de objetivos no es un líder. Las personas necesitan de una idea clara de lo que están intentando hacer juntas. Las visiones eficaces captan el corazón de la gente, y también su mente. La declaración de misión de una empresa debe ser concisa, visual, y tener impacto emocional. Henry Ford quería “construir un auto que todos pudieran manejar”. Federal Express, “un servicio ultra rápido”. El ex presidente Kennedy aspiraba a poner un hombre en la luna, y traerlo sano y salvo en un plazo de 10 años”. Pero las imágenes no bastan. Leonardo Da Vinci dibujó un helicóptero, pero su visión no se convirtió en realidad. No pudo lograr que otras personas vieran y creyeran en lo que él veía y creía. Sin pasión, el dibujo es sólo un dibujo.

Finalmente, un líder debe tener paciencia. Paciencia es poner la meta un poco más allá de lo que es posible planificar, pero sin ir demasiado lejos. Si usted se adelanta mucho a las ideas de los demás, se limitarán a dejarlo avanzar solo.

Sea parte del grupo, pero a cierta distancia.

Los líderes conocen sus límites. Del mismo modo que no pueden detener la marea a sus pies, no pueden imponer, por mandato, que haya espíritu de equipo. Los líderes no “cubren todas las bases”; se aseguran de que todas las bases estén cubiertas. Para lograr ese objetivo, tienen que desarrollar a su gente. No estoy seguro de que se pueda enseñar al liderazgo, pero sí sé que se puede aprender a liderar. No es hacer informes de evaluación personal, sino ubicar a los empleados en puestos que les permitan crecer y liderarse a sí mismos. En otras palabras, el líder está allí, pero no está.

Maneje las relaciones y las transacciones.

Pasamos demasiado tiempo analizando sistemas, cuando en realidad es la gente la que hace que las cosas sucedan. Las personas requieren más atención de la que los gerentes están dispuestos a prestar. Sobre todas las cosas, los líderes son los organizadores del talento humano. Se aseguran de que los empleados sepan que espera de ellos y los tratan con respeto. Si usted los trata como a subordinados, se comportarán como subordinados.

Tenga una integridad a toda prueba.

Cuando alguien empieza a negociar cuestiones de principios, termina cambiándolas por cuestiones de precio. Una vez que una persona sabe que usted está dispuesto a negociar sus principios, sólo tiene que encontrar la respuesta a una pregunta: “¿Cuánto costará comprarlo?”. El mayor capital de un líder es su reputación. Nadie tolera la hipocresía, la deshonestidad o la traición. Si alguien no puede confiar en usted por su falta de principios, no lo seguirá.

Conozca los peligros del liderazgo.

El gran enemigo del liderazgo suele ser el éxito, o demasiado éxito en muy poco tiempo. Los líderes meteóricos pueden brillar cierto tiempo, por lo general corto, y después apagarse porque se sienten demasiado satisfechos consigo mismos, demasiado impresionados por su talento y su encanto, y porque están demasiado convencidos de que son indispensables.

Conozca los costos del liderazgo.

Como es natural los líderes encuentran satisfacción en su trabajo, pero no por ello dejan de pagar un precio. Las ideas más valiosas suelen rechazarse. El compromiso puede generar agotamiento. Tener que tomar decisiones puede llevar a la soledad. Pero el mayor costo lo paga su familia. Es importante que ella sepa que usted es consciente de ello.

En el análisis final, un gerente debe mirarse en el espejo, y preguntarse con honestidad: “Si no tuviera el título que tengo, ¿me seguirían?”.

Fuente: Global CFF



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